Debe el deseo
fraguar con sus ojos claros.
El aire trae ceñido un ancestral sonido.
Golpea su corazón.
Sale por su garganta.
Mis oídos -bajo agua-
leen la danza de su lengua.
Son cristales.
Son latidos.
El silencio mismo.
Cierro los ojos
y el viaje inmediato,
me coloca al pie de sus raíces.
Lo siento
lo evoco.
Es su olor anterior.
Arde.
¿De dónde viene ese sonido?
Minúscula partitura
que te aquejas en el silencio.
Son sus alas.
Menudas
largas y finas
Ahora lo entiendo
El cielo debe guardar sus ojos claros
No me perderán tus palabras
Lo he escuchado
Cómo aletea en el umbral humedecido
el pájaro de tu alma.
Perdidos están
mis oídos
que escuchan el vuelo apagado de un pájaro
dentro de otro pájaro.
Durango
Octubre 2013
Con toda la musedad de ser Euterpe.
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