sábado, octubre 25, 2008

CASI TRAPECISTA

Chantal Torres Se cayó la taza en la alfombra y el café quedó derramado haciendo una extensa mancha en el piso, sirvió de apoyo el marco de la puerta de la cocina, me agarré de las orillas superiores y colgada fue fácil dejar que la ropa cayera despacio hasta tocar el piso, sin zapatos, calzones ni brassiere la acrobacia se volvía como en un juego de niños al correr tras una mariposa y ésta, escapa sin chistar abriendo sus alas para declarar el vuelo. Fue más fácil de lo que creí, desabotonar una camisa de un jalón mientras sus pupilas se dilataban y su boca se abría dirigiéndose a mis pezones rosas, en un columpio de vaivenes, sostenida por el marco de la puerta y apenas sentándome en su regazo sentí la irrupción de golpe y sólo me quedó un quejido en la garganta.
Y así estuvimos un rato, no sé cuántos minutos exactamente, el tiempo me trascurría en su mirada que se mantenía fija en una parte de mi cuerpo hasta que volteaba hacia mí y reía, con media sonrisa dejando ver sus dientes opacos por el cigarro. Varias fueron las velocidades del juego pueril de con acrobacia hasta que su pecho ancho y claro empezaba a exudar grandes gotas, que se confundían con las que corrían desde su frente y que me embarraban con el ir y venir de mi cuerpo medio en el aire, mis pechos mojados ya, peleaban con esmero su inminente batalla contra la gravedad. Ya cuando su boca no se destinaba a cerrar y su aliento se escapa en jadeos de hiatos sostenidos hasta emitir el último con el cuerpo contraído y la desarticulación de los gestos en su rostro.
Cuando bajé, tenía los brazos entumidos y olvidé el charco de café en el piso, que terminó metiéndose entre los dedos de mi pie izquierdo.
Con toda la musedad de ser Euterpe.

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VIAJE A LA CAVERNA 2