Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes...Y sin embargo era apenas el principio.Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé!, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
lunes, enero 16, 2006
“...Del día que fui, del que soy...”
Hay veces que los sentimientos me acorralan en una esquina,
me ponen contra la pared,
me tiran, o me arrastran hasta el espejo...
En esas veces,
no hay párpados suficientes
que cubran las pupilas dilatadas del pensamiento real
que tortura al alma que se acurruca en el fondo del pecho,
temerosa,
tapada con la sábana de una desesperación pobremente articulada.
Hoy es una noche de esas.
Una que desgarra el cielo templado de estrellas,
una con balas de cristal que penetran los deseos más suaves,
los más frágiles que,
etéreos viajantes en el aire caen,
heridos de muerte,
sangran,
supuran pequeñas sílabas de un conjuro que no logro descifrar,
me quedo entonces sin ojos,
sin oídos, sin tacto.
Muero un instante gigante, uno interminable.
Muero y renazco de la convulsión de mi vientre, que grita:
- No te mueras mami, estoy aquí! –
Con toda la musedad de ser Euterpe.
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